El «vicio» de leer

En estos días, retomé un «vicio» que tuve casi 20 años atrás y que compartía con mi círculo cercano de amistades. No estoy hablando de leer. Estoy hablando de jugar World of Warcraft (que de ahora en adelante llamaré simplemente WoW). Como si de repente hubiese sido capaz de generar más tiempo, decidí unirme a unos cuantos de esos amigos y gastarme, ¿porqué no?, unas horas a la semana para compartir en ese mundo del juego que nos gusta. Con eso también aseguramos que cada uno, en su casa y muchas veces incapaces de salir por las responsabilidades, tenga un espacio de compartir, dialogar y divertirse un rato, mientras, en el juego, hacemos un “dungeon” o aniquilamos un dragón elite que amenaza una comunidad (siempre les he dicho que soy un nerdo de toda la vida). 

Lo interesante es que en una conversación con uno de estos amigos hablábamos de mi gusto por la lectura y las horas que he pasado leyendo y oyendo libros. En esa conversación salió una pregunta que me hicieron y que me han hecho también en distintos círculos en los que me muevo:

  • ¿Cómo es que puedes leer por horas y no aburrirte? Si la lectura no es una actividad dinámica.

En ese momento caí en cuenta que el amigo tenía razón, la lectura no es dinámica de manera física y ciertamente,no requiere movimientos de teclas, ratón de computadora, y pensar si debes enviar una magia primero antes de lanzar un ataque que pueda ser crítico a alguno de esos personajes de WoW. En eso podemos estar de acuerdo. Pero la realidad es que, aunque no requiere de esos aspectos, la lectura si logra, o debería lograr en todo aquel que la lleve a cabo, crear actividad dinámica mental, de manera abstracta. Es ahí que un lector, sea por placer o por cumplir con una asignatura, comienza a generar ese gusto. No hay manera, al menos yo no la he encontrado, de leer con gusto si uno no se lanza sin miedos y sin reparos a imaginar la lectura. Es ahí donde ocurre la magia. Es ahí donde, aunque no haya que presionar teclas en un teclado o estar pendiente de qué compañero del grupo necesita que lo revivan o darle “heal”, el cerebro comienza a construir imágenes que son únicas. A diferencia de otros muchos escenarios, estas construcciones son únicas y nos permiten disfrutar de ellas como nuestras propias creaciones.

Una vez, en un conversatorio al que fui invitado para hablar sobre la importancia de lectura desde pequeños, me preguntaron:

  • ¿Qué es leer (más allá de la acción que representa)?

Yo, usando alguna idea media cliché contesté – leer es entrar en la mente del que escribe y leer sus pensamientos. – La realidad es que no sé si esa frase le pertenece a alguien ya y pido disculpas de antemano por no citarlo.

Pero es que la lectura nos permite adentrarnos en la mente del que escribe, sea ficción o no. Es un acto “posesivo” como dije aquella vez. Porque no solo nos permite entrar en la mente del autor, sino que nos da el poder de significar todo lo que escribe y es así que nos imaginamos los escenarios tal y como nos dé la gana, sin pedir permiso a nadie y tomando, incluso, las descripciones para levantar todo un escenario que es nuestro y de nadie más. Mientras eso va ocurriendo, si se logra, va creando una actividad dinámica en el cerebro y en los procesos mentales, que a los que nos encanta hacerlo, nos sigue como “halando” hacia sí mismo, evitando que nos despeguemos.

Quiero traer un ejemplo práctico para explicar ese último punto. No todos nos imaginamos al Quijote de Cervantes de la misma manera, aun cuando ya hayamos visto películas o series. Cada ser humano tiene una imagen distinta, única y propia de crear ese personaje, su cabello, su escudo, su lanza y hasta a su fiel rocinante. Lo mismo pasa con Sancho Panza y los molinos, las escenas de risa o de llanto y todo ese mundo que creó Miguel hace más de cuatro siglos. Esa magia de que cada uno pueda imaginar esa acción según va sucediendo y que ese mundo sea único y especial, hace de la lectura una actividad sumamente dinámica, de manera mental y cognoscitivamente.

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Tomemos un autor español que me encanta y que, a la fecha que escribo esto, es el autor más leído en español después de Cervantes. Carlos Ruiz Zafón, quien lastimosamente falleció en tiempos de la pandemia COVID-19, creó un universo con sus libros que nunca permitió adaptar a la pantalla. Esa decisión del autor, que espero que se respete con el tiempo, da la probabilidad de que cada lector vaya creando sus propios personajes en la mente mientras va leyendo las aventuras de Daniel Sampere, las peripecias de Fermín y los escenarios de una Barcelona que no tiene fin. Es este ejercicio, que toma básicamente todos los espacios del cerebro para funcionar, el que nos activa, aunque estemos sentados y nos deja con esas ganas de seguir.  

¿Cómo puedo leer tanto sin aburrirme? – le dije al amigo por el mismo voice chat de Discord mientras terminábamos el “dungeon” para que yo pudiera subir en nivel de mi personaje – Pues, porque yo leo porque me gusta. No leo por cumplir con nadie ni con nada. Es como el vicio que uno tiene con hacer scrolling en las redes sociales buscando más y más. Pues hay quienes tenemos el de leer, además del scrolling (porque tampoco soy un extraterrestre que no mira las redes, ni reels o historias). En mi caso lo hago y por mis negocios tengo que hacerlo mucho más de lo que quisiera para poder mantener las campañas corriendo. Pero cuando tengo unos 30 minutos que me quiero liberar y como que zafar de mucho de ese contenido que intoxica también, cojo un libro, prendo el Kindle o me pongo los audífonos y comienzo a escuchar un audiolibro.

La lectura no debería pesarle a nadie. El que pase por eso es porque quizás, y en la mayoría de los casos que al menos he visto, no tuvo las mejores herramientas o no le inculcaron el hábito debidamente.

Leer es una actividad que genera y regenera conexiones a niveles cerebrales y neuronales que muchas otras actividades puramente pasivas no consiguen hacer. No se trata de leer rápido, leer mucho, leer libros extensos o cortos y mucho menos se trata de que haya que leer en físico o digital o escuchar audiolibros. Se trata de adentrarse a ese “otro mundo” donde las edificaciones, los personajes, atardeceres, romances, trifulcas, miedos, llantos y relaciones personales tienen nuestro toque único. Es en ese mundo donde nadie puede entrar y donde nosotros somos los que nos entendemos.

Cuando uso la palabra vicio no hago alusión al carácter negativo que pueda tener. Bien es cierto que hay gente que también necesitar soltar la lectura de vez en cuando y ver el mundo real que está allá afuera. Prefiero mil veces una salida, buena cerveza y una plática con amigos que hace tiempo no veo, a sentarme a leer un libro que seguramente no desaparecerá. En cambio, las personas lo harán, irremediable y naturalmente. La idea es buscar un balance.

Y así, sin darme cuenta y sin tanta “lata” de la que he dado aquí, contesté la pregunta del amigo mientras nos preparamos para correr otro “dungeon”.

Alexis León
Alexis León

Enseñar es mi pasión y la tecnología es mi medio favorito.

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